Blog / Puente De Paz / 13 abril, 2015

Cultivar un sólido núcleo interior

En el budismo de Nichiren, se dice que ninguna oración queda sin respuesta. Pero esto no significa que la práctica sea un acto de magia o que cada deseo que planteemos ante el Gohonzon deba obtener gratificación inmediata. Si uno ora para ganar la lotería mañana o para recibir 100 puntos de calificación en un examen sin haber estudiado, habrá pocas probabilidades de que eso ocurra. Sin embargo, si vemos las cosas a largo plazo y desde una perspectiva más profunda, todas las oraciones nos impulsarán en dirección a la felicidad.

 

El budismo concuerda con la razón. Nuestra fe se manifiesta en la vida cotidiana y en nuestras circunstancias reales. Ninguna oración producirá efectos si no actuamos de manera coherente con lo que queremos lograr.

 

Por otro lado, superar sufrimientos de naturaleza kármica lleva su cuota de tiempo y de persistencia, ya que las raíces de este tipo de aflicciones se remontan a causas hechas en el pasado. Por ejemplo, no lleva el mismo tiempo recuperarse de un rasguño que de una grave enfermedad.

 

Además, cada persona tiene un karma individual diferente y un nivel de fe personal. Pero cuando entonamos Nam-myoho-renge-kyo, surge en nosotros un claro sentimiento de esperanza y podemos encauzar nuestra vida en dirección positiva y beneficiosa, sin falta.

 

No es realista pensar que podemos lograr cosas valiosas en un abrir y cerrar de ojos. Si cada oración obtuviera respuesta instantánea, eso sería nuestra ruina, porque nos volveríamos indolentes y consentidos.

 

Supongamos que gastan todo su dinero jugando en vez de trabajar y que acaban en la pobreza total. ¿Creen que si apareciera alguien y les diera mucho dinero eso contribuiría a hacerlos felices a largo plazo?

 

Probablemente sería como efectuar arreglos superficiales en un edificio que se está viniendo abajo sin resolver el problema de raíz. Primero habrá que reconstruir los cimientos para después poder edificar algo firme.

La fe no solo nos permite resolver los problemas cotidianos, sino consolidar las bases de nuestra vida. A través de la práctica budista, podemos cultivar un firme núcleo interior y un acervo inagotable de buena fortuna.

 

Hay dos clases de beneficios derivados de la fe en el Gohonzon: mediatos e inmediatos. El beneficio inmediato o visible consiste en la resolución rápida de un problema que surge o en la protección que uno recibe en el momento necesario, tanto en cuestiones de salud como de relaciones humanas u otro tipo de conflictos.

 

Por otro lado, hay beneficios mediatos o “invisibles”, que no se ven al instante. Esto se refiere a la buena fortuna que se acumula a paso lento pero continuo. Esta acumulación se traduce en un estado de vida amplio y elevado. Tal vez no sea posible apreciar este tipo de desarrollo de un día para el otro, pero con el paso de los años nuestra felicidad será indudable y sentiremos cuánto hemos crecido como personas.

 

La práctica de Nam-myoho-renge-kyo sin falta nos permite acceder al mejor desenlace en cada situación, se trate de beneficios visibles o invisibles.

 

Por eso, pase lo que pase, es importante seguir haciendo daimoku. Si lo hacen, serán felices en cualquier caso. Aun cuando ciertas cosas no resulten del modo que habían imaginado, cuando después miren atrás entenderán, en un nivel profundo, que fue el mejor resultado posible.

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