Blog / Puente De Paz / 27 marzo, 2020

Experiencia “La enfermedad da origen a la determinación de entrar en el Camino”

Puente de Paz abril 2020.  Dámaso (segundo de la derecha), junto a su esposa Mariela, e hijos, Kevin (izquierda), Valery (centro) y Jonathan (extremo derecho).

Dámaso Francisco Vergara Magallón

Área 5 – División de Caballeros

Tengo 44 años de edad y, desde los 4 años emprendí el camino de mi revolución humana, cuando mis padres recibieron el Gojonzon e iniciaron su práctica budista en esta maravillosa organización, en el año de 1979.

Deseo transmitirles la experiencia de vida más extraordinaria que he tenido en el transcurso de estos años de práctica budista.

Durante mi infancia fui enfermizo, mientras que, en el período de mi adolescencia y adultez, la salud dejó de ser un problema. Sin embargo, en octubre del año 2018, estuve pasando por lo que parecía un resfriado común, acompañado de una debilidad física, sangrados repentinos en las encías; algo a lo que inicialmente no le di mucha importancia, ya que no eran frecuentes.

En ese mes, fui varias veces a buscar atención médica en la clínica de la institución donde trabajo y me recetaban medicamentos para el resfriado.  En cuanto a los sangrados, me decían que  podría tratarse de una gingivitis. En la tercera visita al médico,  la doctora decidió hacerme un examen de sangre, este reflejó que tenía el nivel de hemoglobina en 8, cuando el nivel normal para los hombres, es de 14 como mínimo.

En este punto era claro que, algo estaba pasando,  algo no estaba bien, me sentía muy débil y junto a mi familia decidimos que debía que consultar a un hematólogo. Asistí a la cita junto con mi esposa y después de realizarme varios exámenes este especialista nos dice “esto no pinta bien Dámaso”. Esta frase inolvidable nos llenó de más preocupación y angustia, aunque el doctor todavía tenía que hacer otros exámenes para confirmar qué enfermedad estaba padeciendo; sin embargo, él se inclinaba por una leucemia.

Luego de esta cita, el doctor me recetó algunos medicamentos, recomendó utilizar mascarilla para protegerme de cualquier virus en el ambiente, ya que mis defensas estaban muy bajas. Ese día, ya en casa, tuve escalofríos intensos, sentí ganas de evacuar y en el intento por acercarme al baño, mis piernas temblaban, prácticamente no podía sostenerme. Logré llegar al baño con ayuda de mi esposa y evacué abundantemente con sangre. Nos asustamos mucho, pero después de esto, el escalofrío desapareció y me sentí un poco mejor.  Regresé al cuarto, me acosté, pedí que abrieran el butsudan y desde la cama, empecé a entonar daimoku. A los minutos, tuve el ánimo para sentarme frente al Gojonzon y seguí entonando daimoku.

No recuerdo cuanto tiempo estuve entonando daimoku, pero fue un momento definitivo en mi vida puesto que lloraba de angustia y miedo, jamás había vivido algo similar, aun así, tenía claro en mi mente y corazón que esto era una manifestación de mi karma y era el momento de revelar mi Budeidad. Me decía a mí mismo que así como apareció esto, desaparecería y determiné transformar veneno en medicina.

Al día siguiente, el doctor decidió hospitalizarme en el Hospital Paitilla para mantenerme en observación y realizarme un examen de médula para definir qué tipo de leucemia tenía. Por temas del seguro médico colectivo del Servicio Nacional Aeronaval, lugar donde trabajo, solo tenía cobertura para la hospitalización y no para los honorarios del médico ni para las transfusiones de sangre y plaquetas. Además, este tampoco podía realizarme el examen de médula porque no pertenecía a la red de la compañía de seguro.

Mi maravillosa esposa tuvo que enfrentar cada uno de estos detalles. Aunque hubo momentos en que parecía no haber salida por las complicaciones con estos trámites, ella decidió mantener la determinación para vencer, entonando daimoku a cada momento y hablando de budismo con casi cualquiera que encontraba en este  periplo. De esta manera, empezaron a abrirse las puertas, a surgir las soluciones, y las personas claves llegaron en el momento justo.

Pudimos encontrar el doctor que podía hacerme el examen y continuar con el diagnóstico. Luego de someterme al examen de médula, este doctor recomendó tratarme en el hospital Santa Fe, donde él atiende. Al día siguiente, después de ser admitido en el hospital, el médico ya tenía un diagnóstico preliminar. Con palabras muy técnicas, me explicó cómo era esta enfermedad y su tratamiento. Mi esposa y yo no entendíamos muy bien, más sí comprendimos que, esta Leucemia en particular, tenía un buen pronóstico y se podía curar. Este doctor hablaba muy rápido y esta frase “se podía curar”, la dijo casi saliendo del consultorio. Decidí que esa posibilidad de curarme se convertiría en una victoria absoluta.

Mientras, los primeros días de hospitalización, reflexionaba acerca de cuán drásticamente, había cambiado mi vida; lloraba, sentía temor, pensaba en mi familia, en mi hija de 8 años que preguntaba por mí y  quería verme. Sin embargo, renovaba mi determinación de vencer, entonando todo el daimoku que podía.

Por el alto costo de las transfusiones de sangre y plaquetas, tuve que ser trasladado a la sala de Hematología de la Caja del Seguro Social. Inicialmente, el Seguro Social fue nuestra última opción debido a malas referencias,  pero sondeando un poco, supimos que la sala de Hematología de este hospital es la mejor, incluso algunos la llamaban el “Decameron”.

Ingresé el 2 de noviembre e inició el tratamiento de quimioterapia. Me pusieron un catéter en la yugular, todos los días me sacaban muestras de sangre para medir mis niveles de hemoglobina, plaquetas y otros. Tenía unos nódulos en las pantorrillas que me causaban dolor al caminar, el frío en la sala era intenso, casi insoportable para mí, me costaba conciliar el sueño, trataba de dormirme entonando daimoku.  A pesar de todas estas circunstancias, la atención por parte de los doctores y enfermeras fue muy buena y profesional.

Podía fácilmente dejarme absorber por mi oscuridad fundamental que me hacía sentir que no podía, que  merecía lo que me estaba pasando, que era el final, que no era capaz de vencer. O, seguir el camino de mi revolución humana, transformar mi karma en misión, de que yo soy un buda, que tengo un potencial infinito, que tenía una misión irremplazable que cumplir, que soy valiente como un león. Así era la lucha que transcurría en mi mente y corazón.

Determiné que todas y cada una de estas molestias las convertiría en un beneficio. Recordaba siempre el ejemplo de que todas las cosas son como las dos caras de una moneda solo, dependía de mí determinación. Constantemente me repetía que  era un buda y que iba a vencer, mientras entonaba daimoku.

Por parte de mi familia tuve apoyo incondicional, mis hermanas Lucy y Dalinda, mi hermano Javier, mis hijos Jonathan, Kevin, Valery y por supuesto mi esposa, estuvieron allí para alentarme y hacer mi estadía en el hospital, lo más cómoda posible. Esta situación nos unió más como familia.

De iz a der.: Kevin, Sra. Mariela (suegra), Mariela, Valery, Dámaso, Javier (hermano), Dalinda (hermana) y Jonathan.

Mi otra familia, la Soka Gakkai de Panamá, fue algo maravilloso, recibí donaciones de sangre y plaquetas, recibía llamadas, chats y mensajes de aliento. Además mi esposa me notificaba acerca de las personas que preguntaban por mí y de cómo estaban entonando daimoku por mi salud, era como si miles de budas estuvieran a mi lado luchando contra el obstáculo de la enfermedad. Siento un profundo agradecimiento por todo este aliento y daimoku. Esta postura de mis compañeros y compañeras de fe, profundizó en mí, la consciencia de que tenía que transformar mi karma en misión.

En algún momento leí en el libro de Sensei Ikeda, “Develando los Misterios del Nacimiento y la Muerte” el siguiente pasaje:

El budismo considera la enfermedad como una oportunidad de acceder a un estado de vida más elevado y más noble. Enseña que, en lugar de lamentarnos ante una grave dolencia, o desesperar pensando si alguna vez podremos superarla, debemos utilizarla para construir una identidad fuerte y compasiva, lo cual a su vez nos permitirá triunfar como seres humanos. Es lo que Nichiren quiso decir cuando señaló: “La enfermedad da origen a la determinación de entrar en el Camino”.

Al leer nuevamente este fragmento en medio de la enfermedad, tomó un significado más profundo y se convirtió en palabras de oro para mí. Todos los días debía renovar mi determinación, recordaba muchas  frases del Gosho tales como: “Transformar el veneno en medicina”, “Un navío para cruzar el mar del sufrimiento”, “El invierno siempre se convierte en primavera” y muchos otros; ahora, los entendía desde una perspectiva más clara y revitalizadora.

En el transcurso de mi estancia en el hospital, mi evolución fue como la esperaban los médicos, a excepción de un cuadro de fiebre, que es algo muy peligroso en esta condición, ya que podría complicar la enfermedad, pero fue superado y el 5 de diciembre me dieron salida con continuidad de tratamiento de manera ambulatoria.

Ese día, al salir del hospital, lloré de felicidad, pero al llegar a casa me entristecí un poco porque no podía caminar, me tenían que ayudar hasta para sentarme y levantarme del inodoro, había perdido mucha masa muscular, no tenía paladar y no me apetecía ni beber agua.

Nuevamente tenía que renovar mi determinación y nunca me faltó el aliento y cuidado de mi familia, en este período estuve al cuidado de mi suegra y la abuela de mi esposa, durante el día. Pude reforzar mi daimoku entonando de 3 a 4 horas diarias y poco a poco, fui recuperando la fuerza en mis piernas para valerme por mí mismo.

Hoy, a un año y cuatro meses del diagnóstico de la leucemia, estoy en la etapa del tratamiento que los doctores llaman mantenimiento, el cual consta solo de pastillas diarias y dura alrededor de 2 años. Los tres últimos exámenes moleculares de sangre que detectan  la enfermedad, han dado como resultado que no hay presencia ni síntomas de la enfermedad. Todavía no me han dado de alta, pero mi determinación por la victoria absoluta es inquebrantable.

Aunque ha pasado más de un año, todavía hoy reflexiono sobre lo que ha sido esta experiencia y puedo decir que, todo lo que he vivido en esta existencia y en esta grandiosa organización; errores y aciertos se han transformado en tesoros invaluables. Siento profunda  gratitud por todo lo que he aprendido y agradezco a todos los antecesores por proteger este maravilloso jardín de felicidad. Doy gracias de todo corazón, a mi familia, amigos, compañeros de trabajo, colegas músicos, compañeros y compañeras de fe.

Me siento afortunado pues cada minuto que pasa, estoy prolongando mi vida y aprendiendo todos los días de nuestro maestro. He renovado mi juramento de cumplir mi misión y vivir el resto de mi vida luchando al lado de Sensei Ikeda por concretar el Kosen-rufu de Panamá y del mundo.

X