Blog / Puente De Paz / 18 enero, 2018

El valor de la vida

“Diamante” es una palabra de origen griego, derivada del término adamas, que significa “indestructible”. Ese es el nombre de una de las piedras más preciosas del mundo, el diamante, debido a su resistencia.

El diamante, además de ser el mineral más duro encontrado en la naturaleza junto con otros materiales que aún están bajo investigación, posee el mismo elemento químico en su composición que el grafito. El diamante y el grafito son formados a partir de un único elemento el carbono.

Lo que torna al diamante tan diferente del grafito es la condición al que el carbono queda expuesto en la naturaleza. Para que ese elemento químico pueda transformarse en una piedra preciosa necesita pasar por condiciones de altísima presión y temperatura. El diamante se torna tan firme, que el proceso para su lapidación, o sea, la forma de hacer que revele el brillo que posee, solo puede ser hecha con otro diamante.

En diversos incentivos, el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, cita sobre la piedra de diamante. De forma análoga, él compara cada persona, desde el punto de vista del Budismo Nichiren, como un diamante en bruto. Y así como en el proceso de lapidar la piedra preciosa, las personas dependen unas de otras, para lapidar e irradiar su brillo pleno.
Cuando hablo que las personas dependen unas de otras, no es en el sentido de depender financieramente o emocionalmente, más, la manera cómo hacemos la maravillosa red en pro de la paz, la Soka Gakkai, por medio del diálogo, del incentivo mutuo, de entonar Nam-miojo-rengue-kio, y de juntos estudiar los escritos de Nichiren Daishonin y los incentivos del maestro, desarrollándose a sí mismo y también a otros.

En uno de los incentivos el presidente Ikeda consta: “(…) el acto de descubrir valores humanos, se resume en la capacidad de visualizar las buenas cualidades de las personas. Para adecuar esto, el único camino es elevar su propio nivel de vida. (…). Veo a los compañeros como diamantes en bruto. Todo depende de cómo forjarlos como valores humanos. De la misma forma como el diamante, puede ser lapidado solamente por otro diamante, nosotros debemos también crecer como un diamante invirtiendo todo nuestro ser en esa tarea. Es exactamente eso lo que estoy intentando realizar en este momento con todas mis fuerzas”.

Al elevar su propio estado de vida, consigue también extraer el brillo de otro. Ese proceso de lapidar unos a otros, con base en la práctica de la fe, con certeza iluminará el mundo entero.

Referencia: Tercera Civilización, septiembre 2017, pág. 66.

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