Blog / Puente De Paz / 8 julio, 2019

El buen gobernante

Ser un gobernante democrático no es tarea fácil. De hecho, es una tarea muy exigente. Los que gobiernan en un régimen democrático deberían responder a los postulados sobre los patrones de la democracia. No obstante, muchos vemos que,  con el pasar del tiempo, el espíritu humano del que gobierna, empieza a revelar, poco a poco,  el insaciable deseo de aumentar sus derechos y privilegios a costa de los demás.

 

Mahatma Gandhi

“En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos pero no tanto para satisfacer la avaricia de algunos”.

-Mahatma Gandhi (1869-1948)

 

Cuando el ser humano que desempeña la conducción de un país sucumbe a este deseo y deja que interfiera en sus ideas y acciones, el gobierno que debe trabajar en beneficio de la totalidad de los habitantes podría ignorar los objetivos en que se fundamenta ese régimen democrático.

El mundo actual requiere de líderes que conduzcan a las naciones sabiamente y sobre la base de propósitos nobles. En un país democrático, el gobernante será valorado imparcialmente a partir de sus principios y en la forma en que aplica esos principios. Esta forma de opinión expresada sin emoción y con seriedad, seguro evitará que aparezcan gobernantes abusivos.

Para que un país en democracia pueda conducirse felizmente, el gobernante no debe ser un farsante o un estafador sino un ser  humano decente y sabio que su pueblo lo siga, sin necesidad de ningún tipo de imposición sobre ellos. La tarea social de un gobernante es importantísima. Llevarla a cabo por motivos humanitarios requiere un elevado espíritu público y de benevolencia.

Cuando el gobernante de un país finaliza su mandato, la gente debe calificar las acciones llevadas a cabo mientras ejercía el poder y determinar si es digno de volver al gobernar o escoger a otro. Es decir, lo propio de un dirigente democrático, al contrario de un dictador, es el entendimiento de que el poder que tiene mientras se desempeña como gobernante, proviene de su pueblo y está sujeto al veredicto de ese pueblo.

 

Nelson Mandela

“Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo”.

-Nelson Mandela (1918-2013)

 

El presidente de la SGI, Daisaku  Ikeda comenta: “Es imperativo que cambiemos el estado del mundo en el que la gente común de buen corazón está oprimida y se la fuerza a sufrir. Ésta es una época de democracia, una época cuando la gente es soberana. Aquellos aún en las posiciones más poderosas de autoridad se encuentran en ese lugar sólo para servir a la gente. Jamás debe ser al revés”.1

Un error común en muchos gobernantes es el de mentirse a sí mismo para conseguir la benevolencia y el afecto del pueblo y tergiversar las cosas para imponer sus propios pensamientos. Un dirigente debe siempre pensar, hablar y accionar con la verdad y la decencia, ya que desde el instante en que pretende mentirse a sí mismo o, mentirle a los ciudadanos se descalifica como mandatario. En cualquier país del mundo no hay nada más alarmante que un político entregado únicamente a asegurar su propio poder a cualquier precio. El estadista británico, Winston Churchill (1874-1965), dijo: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las nuevas generaciones y no en las próximas elecciones”.

Los hombres y mujeres involucrados en la vida política deben ser auténticos y creer en ellos mismos y en el electorado y sus acciones absolutamente íntegras. El coraje, la imparcialidad, la amabilidad, el entendimiento real y la honestidad, características de un verdadero mandatario sólo se revelará cuando él se decida a iniciar conversaciones con los ciudadanos, a esforzarse por razón de estos y a dar su vida incluso por todos ellos. Por eso el líder sudafricano Nelson Mandela dijo en una ocasión: “Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo”.

La auténtica virtud de un dirigente está condicionada a la forma en que capacite y forje a quienes habrán de sucederlo. Le corresponde enseñar a sus seguidores de forma tal que estos repudien el pensamiento de los provechos propios y tengan como objetivo de todas sus acciones la felicidad y el futuro promisorio de todos los seres vivos. En su propuesta de paz del 2011, el presidente Ikeda escribió: “Como demuestran los ejemplos del Mahatma Gandhi y del doctor Martin Luther King (h), quienes comenzaron a desplegar su accionar alrededor de sus veinte años, muchas luchas por los derechos humanos se iniciaron y sostuvieron a través del poder de la pasión. Nunca será exagerado destacar el importante papel que desempeña la juventud en desafiar realidades sociales aparentemente insolubles y en crear nuevas eras”.2

El antiguo héroe K’ung-ming (181-234),  decía enfáticamente que un líder jamás debía ser soberbio.

Estas fueron sus palabras: “Si los líderes son arrogantes, actuarán con descortesía, y si son descorteses, perderán el apoyo de los demás. Pero si pierden el apoyo de los demás, el pueblo se rebelará”.

Si los gobernantes se vuelven arrogantes y poco respetuosos, alejarán de su lado a la gente y perderán su apoyo. Es una regla que se aplica a todos los países.

K’ung-ming también advertía a los líderes que no se relacionaran con gente poco virtuosa: “Asóciense con sabios ministros, pero mantengan distancia de aquellos que carecen de virtud”.  Esta es la forma de asegurar el florecimiento de un país.

1 EL PUEBLO ES SOBERANO. Disertación de Daisaku Ikeda el 25 de noviembre de 2003, publicada en el World Tribune del 27 de febrero de 2004.

2  Daisaku Ikeda,  “Por un mundo de dignidad para todos: El triunfo de la vida creativa”, Propuesta de Paz 2011.

4 La citas atribuida a K’ung-ming que menciona el presidente Ikeda en este ensayo han sido extraídas de fuentes en japonés y traducidas indirectamente al español.

5 Discurso pronunciado por el presidente de la Soka Gakkai Internacional, Daisaku Ikeda, durante la tercera sesión de la Reunión nacional ejecutiva realizada el 4 de agosto de 2003.

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