Blog / Puente De Paz / 6 mayo, 2017

La corrupción, un mal que todos podemos erradicar

El término corrupción proviene del término latín “corruptio”, y es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar). El concepto, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), se utiliza para nombrar al vicio o abuso en un escrito o en las cosas no materiales.

 

La corrupción, por consiguiente, puede tratarse de un vicio moral o simbólico.

 

En otro sentido, la corrupción es la práctica que consiste en hacer abuso de poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de otra índole. Se entiende como corrupción política al mal uso del poder público para obtener una ventaja ilegítima.2

 

En estos momentos, tal y como conocemos a través de los diversos medios de comunicación mundiales, se han producido numerosos casos de corrupción política. Esto viene a demostrar no sólo la impunidad con la que pueden actuar los distintos dirigentes sino también la necesidad del endurecimiento de las leyes para estas situaciones y de una reforma política generalizada.

La corrupción política, por su parte, se refiere al mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente de forma secreta y privada. El término opuesto a corrupción política es transparencia. Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o de transparencia de un Estado.3

 

El Presidente de la SGI, Daisaku Ikeda dice: “La religión busca que las personas sean felices y que el mundo prospere y viva en paz. Cuando un sistema político se sume en la corrupción, y la gente en consecuencia comienza a sufrir, las protestas contra dicha corrupción son a la vez la consecuencia lógica y una cuestión de principios para la gente de fe. Como dijo el poeta Walt Whitman, en el núcleo de toda democracia, existe un elemento religioso”.5

 

El tráfico de influencias, el soborno, la extorsión y el fraude son algunas de las prácticas de corrupción, que se ven reflejadas en acciones como entregar dinero a un funcionario público para ganar una licitación o pagar una dádiva o coima para evitar una clausura.

 

 

Pero, cuál es la causa real de la corrupción. ¿Por qué una persona opta por ser corrupto antes que practicar la honestidad?

 

Algunas personas piensan que es la manera más rápida y fácil de conseguir algo. El soborno, por ejemplo, puede verse muchas veces como un modo simple de evitar la justicia. El pueblo observa que los políticos, los policías y los jueces parecen pasar por alto la corrupción o hasta practicarla, por lo que simplemente siguen su ejemplo.

 

Existen dos afanes o deseos poderosos que mantienen la pasión por la corrupción: el egoísmo y la codicia. Las personas hacen esfuerzos enormes para acabar con estos y otros males, pero con frecuencia los problemas persisten a pesar de estos esfuerzos. Desde el punto de vista budista uno puede decir que esto es porque la condición de vida básica de las personas continúa no iluminada. En cuanto las personas actúen sobre la base de la avaricia, y el egoísmo, estos mismos estados persistirán en su medio ambiente objetivo. Pero si una persona tras otra basa su vida en la Ley Mística y manifiesta su budeidad latente, se creará una base inamovible para un mundo mejor.

El budismo sostiene la esperanzada visión de que, puesto que todos los males que aquejan a la sociedad son producidos por el hombre, está en poder del hombre encontrarles una solución. Tanto el problema como la solución yacen dentro de nosotros mismos.

 

El budismo se inició como una confrontación franca y humana con la realidad del sufrimiento. Su postura original no es escapar o retroceder ante las contradicciones y desafíos que plantea la existencia. Todo lo contrario, la práctica budista es una lucha para que emerja y resplandezca la luz de la sabiduría humana en la vida de cada uno y en la sociedad. Una comprensión cabal de las causas de todas las penurias es el punto de partida de esta filosofía. Nichiren sostiene: “Aquel que ha adquirido plena conciencia de la naturaleza del bien y del mal, desde sus raíces hasta sus ramas y hojas, se llama Buda”.5

 

En la raíz del sufrimiento humano, el budismo identifica tres impulsos negativos: la avaricia, la ira y la estupidez, que denomina los “tres venenos”. Son la esencia de todas las falsas ilusiones y acciones negativas de la vida que impiden que se manifieste nuestro potencial para lograr la felicidad y manifestar nuestra creatividad.

 

De los tres, el más fundamental, puesto que da lugar a la avaricia y a la ira, es la estupidez. Esta implica la ignorancia (voluntaria o involuntaria) sobre la verdadera naturaleza de la vida. Es desconocer no solo la relación de interdependencia que nos conecta y nos relaciona unos con otros, sino la que nos une indisolublemente con la vida del universo mismo; es ignorar el hecho de que cada uno de nosotros es un componente fundamental de la vida y un cúmulo de inmensas posibilidades. Debido a que impide percibir la verdad de la vida, es decir, la naturaleza iluminada, esa ignorancia también se denomina “oscuridad fundamental”.

 

Las causas internas de la corrupción política se asocian a las acciones del individuo corrupto y a su pensamiento. La falta de conciencia social es una de las causas principales, ya que el individuo no le da importancia a los ciudadanos ni el compromiso que tiene con ellos, la falta de educación y de cultura del compromiso, al igual que ejemplos negativos, es la manera como estos actúan. Se puede decir que una persona corrupta es antisocial, dado a que es un comportamiento que va en contra de la sociedad en busca del beneficio propio.

 

De igual forma, las causas externas son un factor determinante para que todas las formas de corrupción se desenvuelvan en un gobierno. La sociedad influye gravemente en la aceptación de la corrupción, ya que pueden intervenir en que los actos de corrupción queden impunes. También, empresas y gremios promueven esto ya que toman partida, patrones sociales sin valores, concentración del poder en decisiones específicas que toma el gobierno de turno, sobornos, control sobre los medios de comunicación para que no se divulgue alguna información específica. También, contribuyen al poco poder adquisitivo de la gente, poca claridad en cuanto a la utilización de los fondos públicos y las decisiones tomadas, no administran adecuadamente los recursos del país.

 

El budismo imagina el mundo como una urdimbre de relaciones donde ningún componente existe del todo desligado de los otros. A cada segundo, el mundo es formado por esta marea de conexiones mutuas. Cuando entendemos este precepto y comprendemos que vivimos o, dicho de otra manera, que nuestra existencia solo es posible, en esta trama de interdependencias, descubrimos con claridad que no puede haber felicidad única, y que el sufrimiento jamás afecta solamente a los otros.

 

El Presidente de la SGI, Daisaku Ikeda dice: “(…) Nosotros mismos, aquí y ahora, somos el punto de partida de una cadena de transformaciones positivas. Podemos no solo hacer frente a nuestros propios desafíos, sino también contribuir a dirigir el ambiente donde vivimos y aun la sociedad humana en una dirección mejor”.6

 

Con este conocimiento, reconsideremos la relación entre nuestro yo y los demás, entre nosotros y la sociedad, tomando en cuenta que, como sostenía el primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, “La felicidad auténtica no puede lograrse sin compartir las alegrías y los sufrimientos del pueblo como miembros de la sociedad”.7

 

 

1 Definición de corrupción (http://definicion.de/corr

2 Julián Pérez Porto y María Merino. Publicado: 2011. Actualizado: 2014.

Le clientélisme en question, "tutorial" propuesto por el periódico le Ravi, junio de 2005.

El camino hacia un siglo de paz [Entrevista a Daisaku Ikeda realizada por el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai. Publicada en tres partes los días 25, 26 y 28 de diciembre de 2001.]

5  Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio, Soka Gakkai, 2008, pág. 1167

6 IKEDA, Daisaku, Propuesta de Paz 2016, El respeto universal a la dignidad humana: El gran camino hacia la paz, pág. 21.

7 MAKIGUCHI: Makiguchi Tsunesaburo zenshu, 5: 131.

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