La mentira
Mentir significa, “Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”.1
“Los estudios sobre este campo van desde los 4 hasta los 200 embustes en solo 24 horas, y hasta se apunta a que se miente más por las tardes”.2
Mentir no significa sólo decir cosas que no son ciertas, de igual forma se miente ocultando datos que constituyen un mensaje. También mentimos sin decir una palabra. Por ejemplo con maquillajes que ocultan o disfrazan parte de nuestro cuerpo, o con falsas sonrisas.
Las personas generalmente mienten para, simplemente, quedar bien, para justificarse por haber cometido una falta, error o por haber causado alguna molestia, para conseguir lo que quiere, para no insultar o hacer sufrir a otras personas con la verdad, porque no saben o no tienen la valentía de decir que no, para demorar decisiones, por miedo al rechazo o al castigo.
El presidente de la Soka Gakkai Internacional, Daisaku Ikeda, al referirse a la mentira dice: “La mentira corroe la salud mental y distorsiona el sentido común. Las mentiras son, por lo tanto, un pasadizo hacia la infelicidad y representan un acto de violencia”.3
Una vez le preguntaron a Shakyamuni: ¡Cuál es la mayor riqueza que pueda tener un hombre en el mundo?”. Y él respondió que el tesoro más grande eran la fe y la honesta convicción en la verdad.
Nichiren Daishonin siempre decía las cosas tal como eran. Sus acciones coinciden completamente con las palabras de Shakyamuni y de los sutras. Jamás distorsionó los dichos de su mentor (es decir Shakyamuni y del Sutra de Loto), para hacerlos concordar con sus situaciones o seguir sus sentimientos personales. En verdad, no hay un aspecto en el cual el comportamiento del Daishonin no refleje las enseñanzas del Budismo.
El presidente Ikeda dice: “Pero las personas de rectitud impecable suelen ser odiadas por las sociedades corruptas. En el clásico chino Huai-nan-tzu aparece un dicho: no se puede enfardar un objeto erguido con un grupo de cosas que no son rectas. Del mismo modo, las personas honestas y correctas suelen ser rechazadas por las sociedades donde prevalecen los deshonestos.4
Por ejemplo, que alguien repitiese hasta el cansancio que el sol sale por el oeste. Con el tiempo, 999 personas de cada mil terminarán por aceptarlo como un hecho. Y será como si estuviesen embriagadas. En tales circunstancias, el que disienta y afirme la verdad, quien diga sin dudar que el sol sale por el este, será objeto de ataques y de persecuciones, en una sociedad patas arriba, donde la falsedad sea una enfermedad endémica”.5
Precisamente ese era el escenario en el Japón gobernado por los militares hace más de setenta años, en plena Segunda Guerra Mundial. Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda, los dos primeros presidentes de la Soka Gakkai, no hacían más que abogar por la paz y los derechos humanos. Sin embargo, se les acusó de traidores y de enemigos de la nación, y se les encarceló. Pero, ¿quiénes fueron, al final de cuentas, los verdaderos triunfadores? ¿Los que estaban en el poder y encarcelaron a estos dos hombres? No, de ninguna manera.
El presidente Ikeda agrega: “…El célebre escritor ruso León Tolstoy (1828-1910) ha dicho. “La religión de los que no reconocen la religión es seguir todo lo que hace la mayoría poderosa. Para expresarlo simplemente, la suya es la religión de sometimiento a los poderosos”.6
Si las personas no llevan en su corazón una firme convicción, jamás podrán decirse profundamente: “Nunca voy a transigir en esto”, “Voy a dar la vida si hace falta, con tal de defender este ideal”. Las personas que no tienen convicciones se dejan llevar por la corriente, incapaces de soportar la presión de la mayoría. Y, por supuesto, que para ellos es doblemente difícil resistir la persecución venga de donde venga. Finalmente, las personas así siguen a la multitud en todos los aspectos. Su actitud es la de esperar y ver qué pasa, y decidir sobre qué camino tomar. De vez en cuando ceden a la presión de los que ejerce el poder y se consuelan con el pretexto de que no había otro camino más que bajar la cabeza.
Decir la verdad implica reconocer las debilidades de cada uno. Implica reconocer los errores, los fracasos, los malos momentos por los que se pasa. Implica reconocer que no somos perfectos y que nos faltaba algo de preparación o experiencia.
No mentir tiene la mayor de las glorias en cuanto al crecimiento personal y profesional: la confianza que creas en los demás. La gente confía en lo que dices y compartes, por más que muchas veces les cueste aceptarlo.
La Soka Gakkai, dadas las muchas y enormes dificultades que ha tenido que soportar, ya se habría derrumbado hace mucho tiempo, si hubiera sido una organización fraudulenta y falsa. Pero, como sus miembros hemos transitado el camino de la verdad y hemos sido honestos, logramos enfrentar resueltamente cualquier desafío sin alarmarnos ni conmovernos.