Nam-myoho-renge-kyo:
El Budismo de Nichiren Daishonin explica que cada individuo tiene un potencial positivo ilimitado y la capacidad de mejorar su vida. A través de la práctica budista, las personas sienten mayor satisfacción, felicidad y la disposición para contribuir a la sociedad.
El budismo enseña que la Ley universal que rige el universo y que todos los seres vivientes, están estrechamente conectados.
Postula, además, que cada persona es responsable de determinar el rumbo de su vida. Un cambio de perspectiva o la transformación del corazón permiten cambiar la circunstancia propia y ajena.
Nichiren Daishonin afirmó que la práctica de la entonación del Nam-myoho-renge-kyo por una persona conduce a la armonía del sujeto con la vida suprema del universo, fruto de lo cual el individuo puede disfrutar de mayor sabiduría, coraje, fuerza vital y compasión.
Si continuamos entonando Nam-myoho-renge-kyo en nuestra vida cotidiana, aunque sea poco a poco, esa oración se convertirá en la fuerza motriz para triunfar en todo”.
1 El Nam-myoho-renge-kyo no es una invocación de fuerzas externas, sino la expresión de la determinación espiritual de la persona que busca sincronizar su vida con la verdad del universo. A través del hábito de la entonación, las personas manifiestan su máximo potencial.
El Budismo enseña la eternidad de la vida para que podamos extraer el mayor valor posible no solo de esta existencia, sino también de este instante.
El presidente Ikeda afirma: “No aceptemos vivir con sumisión resignada, condenados por el karma del pasado, ni tampoco ignorar el presente y soñar con el lejano futuro.
El propósito de nuestra práctica budista es que vivamos plenamente el momento actual. Este instante, esto que ocurre hoy, existe para que podamos transformar los mecanismos del karma anterior e instaurar una órbita de causa y efecto más noble, basados en la Ley Mística que conduce a la felicidad indestructible. Habrá momentos en la vida en que encontraremos obstáculos tan difíciles que nos costará creer en el futuro.
Pero, no nos debemos rendir jamás. Precisamente ese es el momento de hacer daimoku y de adentrarnos en nosotros mismos.
Debemos creer en nuestra propia misión y en el porvenir. Esa es la forma de disipar las oscuras nubes que nos afligen y de hacer salir el sol radiante en nuestro corazón, para iluminar todo lo que nos rodea. El poder de la convicción y de la fe será una luz de esperanza para toda la humanidad.