UNA EDUCACIÓN PARA FORJAR CIUDADANOS DEL MUNDO
Extractos de la propuesta de paz que el año 2014 el Presidente Daisaku Ikeda ha presentado en las Naciones Unidas.
Dentro de las propuestas referidas a áreas cruciales para el establecimiento de una sociedad global sostenible, donde brille la dignidad de cada persona, la primera se refiere a la educación, con especial énfasis en los jóvenes.
La educación y el desarrollo de los jóvenes son cuestiones absolutamente esenciales para poder dar un giro a la época. La educación es esa potente luminaria capaz de hacer brillar la dignidad del pueblo y representa la clave, no solo del futuro de un país, sino de toda la humanidad.
El mundo de hoy necesita una educación orientada a desarrollar nuestra capacidad de crear valor, sostenida por una esperanza incondicional y por la disposición a aprender de la sabiduría colectiva de la humanidad.
La SGI, en su labor conjunta con otras organizaciones no gubernamentales, ha sido una de las primeras propulsoras del Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible (DEDS); en tal sentido, ha exhortado a mantener un marco internacional continuo de educación para los derechos humanos, en forma paralela a la promoción del DEDS y del Programa Mundial para la Educación en Derechos Humanos implementados en 2005. Además, la SGI ha apoyado el proceso de elaboración de la Carta de la Tierra –documento que esclarece principios y valores para un futuro sostenible- y durante muchos años ha contribuido a inculcar en el corazón de los pueblos de todo el mundo el espíritu de dicho estatuto primordial.
El presidente Ikeda sugiere tres objetivos clave que podrían sustentar un programa educativo de fomento de la ciudadanía mundial. Esta educación debería:
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Brindar una comprensión profunda de los retos que afronta la humanidad; permitir a los educandos explorar sus causas; inculcar la esperanza y la convicción de que tales dificultades pueden ser resueltas por el ser humano, en la medida en que este ha sido su causante.
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Enseñar a observar los fenómenos locales para detectar en ellos indicios precoces de problemas globales emergentes; desarrollar la identificación de estas señales tempranas, y empoderar a los individuos para que tomen medidas concertadas.
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Estimular la imaginación empática, y la conciencia de que las acciones beneficiosas para el propio país pueden tener efectos negativos en otras naciones o ser percibidas por ellas como una amenaza; convertir esta conciencia en el compromiso mancomunado de no buscar la felicidad o la prosperidad del propio país o grupo a expensas de los demás.
Esta clase de educación amplia, centrada en desarrollar la conciencia ciudadana mundial, deberá estar integrada en los planes de estudio de nivel secundario y terciario en cada ámbito nacional. Asimismo, la sociedad civil debe tomar la iniciativa de promoverla como aspecto integral de la educación continua.
Concretamente, el presidente Ikeda sugiere que se tengan en cuenta las siguientes metas cuando se elaboren los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS:
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Que todos los Estados garanticen empleo digno a la totalidad de la población, en especial a los jóvenes.
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Que los jóvenes puedan participar activamente en el tratamiento de los problemas que afectan a la sociedad donde viven.
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Que se extiendan y prioricen los intercambios juveniles para fomentar la amistad y la solidaridad más allá de las fronteras nacionales.
La situación que rodea a la juventud es particularmente grave. Es muy común que se vean expuestos a largos períodos de desempleo; y aun cuando consiguen trabajo, este suele ser mal remunerado, en condiciones inseguras de contratación, con desigualdad de género y en un entorno laboral inadecuado. Esta situación, en caso de persistir, atentará contra la dignidad de numerosos jóvenes, privándolos de esperanzas en el futuro y debilitando su voluntad de vivir. Incorporar esta dimensión en los ODS dará redoblado impulso a este propósito.
El protagonismo de la juventud en el proceso de resolución de problemas globales es un factor absolutamente crucial. Este reconocimiento, en el que han coincidido todos los jóvenes, se refleja en la declaración de la Cumbre Mundial de la Juventud, celebrada en septiembre pasado en Costa Rica.
Los ODS también deberán extender el alcance de los intercambios juveniles. El beneficio de esos encuentros entre jóvenes va mucho más allá de facilitar el entendimiento mutuo; en estos contactos se forjan lazos de amistad que actúan como un antídoto contra la manipulación y la incitación colectiva al odio y al prejuicio. La amistad que se cultiva en estos espacios de interacción real y de convivencia personal es un tesoro invalorable para la humanidad: estos vínculos pueden despertar en el corazón de los jóvenes de todos los países el firme compromiso de rechazar cualquier enfrentamiento armado y una disposición favorable a trabajar unidos para solucionar las cuestiones que aquejan al mundo en su conjunto.
Revista Fortuna Chile